Yo no creo en el destino, mejor dicho, no creo en la predestinación de los hechos, lo cual es absolutamente incompatible con lo que ahora voy a comentarles. El poema erótico en el blog anterior "Deseo Tu Boca", trajo a mi memoria un poema nada erótico de la poeta Charlotte Bronté, que en mi adolescencia leía una y otra vez, me encantaba y comprobe que aún causa esa linda sensación en mí, fue un regalo de uno de mis hermanos (al que le deciamos el poeta) él lo encontro hacía algún tiempo y lo tradujo (aunque en ese entonces, él decía que "mutilar sería el verbo más adecuado para su traducción") para mí.
Hoy me parece que han pasado décadas. Demasiadas cosas he tenido que asimilar y aceptar desde entonces. Y como sabemos, desde el instante en que se acepta algo, ese algo se torna sólido, cae con todo el peso de la realidad sobre nosotros. Hoy, de un verdadero caos de papeles, notas y cuadernos encontré el poema, sobre el cual creo haber descubierto un rasgo que sólo alguien que se siente solo puede comprender.
“Placer” , así se titula, es un poema que nos invita al silencio, a salir hacia las infinitas sutilezas de la naturaleza para poder observarnos mejor a nosotros mismos. Charlotte nos llevará por bosques, valles y quebradas, por arroyos, arboledas y colinas, hasta depositarnos tiernamente sobre una montaña; donde con alguna dificultad podremos vislumbrar el pasado en el horizonte. Lo extraño es que este ejercicio poético, este viaje hacia lo exterior de lo íntimo, sólo puede hacerse en soledad, lo cual es imposible.
¿Por qué? (Se preguntará el lector mal predispuesto a la reflexión), Por una sencilla razón: No existe la soledad en aquel paisaje soñado. Detrás de él está el espíritu, la presencia de la poetisa. De manera que esta invitación a la soledad es sólo aparente. Allí, en la saliente escarpada de la montaña nos espera ella, la Hacedora de este escenario literario, para acompañarnos, y acaso consolarnos al final del viaje.
Placer
Pleasure, Charlotte Brontë
El Placer verdadero no se respira en la ciudad,
Ni en los templos donde el Arte habita,
Tampoco en palacios y torres donde
La voz de la Grandeza se agita.
No. Busca dónde la Alta Naturaleza sostiene
Su corte entre majestuosas arboledas,
Donde Ella desata todas sus riquezas,
Moviéndose en fresca belleza;
Dónde miles de aves con las más dulces voces,
Dónde brama la salvaje tormenta
Y miles de arroyos se deslizan suaves,
Allí se forma su concierto poderoso.
Ve hacia donde el bosque envuelto sueña,
Bañado por la pálida luz de la luna,
Hacia la bóveda de ramas que acunan
Los sonidos huecos de la Noche.
Ve hacia donde el inspirado ruiseñor
Arranca vibraciones con su canción,
Hasta que todo el solitario y quieto valle
Suene como una sinfonía circular.
Ve, siéntate en una saliente de la montaña
Y mira el mundo a tu alrededor;
Las colinas y las hondonadas,
El sonido de las quebradas,
El lejano horizonte atado.
Luego mira el amplio cielo sobre tu cabeza,
La inmóvil, profunda bóveda de azul,
El sol que arroja sus rayos dorados,
Las nubes como perlas de azur.
Y mientras tu mirada se pose en esta vasta escena
Tus pensamientos ciertamente viajarán lejos,
Aunque ignotos años deberían atravesar entre
Los veloces y fugaces momentos del Tiempo.
Hacia la edad dónde la Tierra era joven,
Cuando los Padres, grises y viejos,
Alabaron a su Dios con una canción,
Escuchando en silencio su misericordia.
Los verás con sus barbas de nieve,
Con ropas de amplias formas,
Sus vidas pacíficas, flotando gentilmente,
Rara vez sintieron la pasión de la tormenta.
Luego un tranquilo, solemne placer penetrará
En lo más íntimo de tu mente;
En esa delicada aura tu espíritu sentirá
Una nueva y silenciosa suavidad.
Pleasure, Charlotte Brontë
El Placer verdadero no se respira en la ciudad,
Ni en los templos donde el Arte habita,
Tampoco en palacios y torres donde
La voz de la Grandeza se agita.
No. Busca dónde la Alta Naturaleza sostiene
Su corte entre majestuosas arboledas,
Donde Ella desata todas sus riquezas,
Moviéndose en fresca belleza;
Dónde miles de aves con las más dulces voces,
Dónde brama la salvaje tormenta
Y miles de arroyos se deslizan suaves,
Allí se forma su concierto poderoso.
Ve hacia donde el bosque envuelto sueña,
Bañado por la pálida luz de la luna,
Hacia la bóveda de ramas que acunan
Los sonidos huecos de la Noche.
Ve hacia donde el inspirado ruiseñor
Arranca vibraciones con su canción,
Hasta que todo el solitario y quieto valle
Suene como una sinfonía circular.
Ve, siéntate en una saliente de la montaña
Y mira el mundo a tu alrededor;
Las colinas y las hondonadas,
El sonido de las quebradas,
El lejano horizonte atado.
Luego mira el amplio cielo sobre tu cabeza,
La inmóvil, profunda bóveda de azul,
El sol que arroja sus rayos dorados,
Las nubes como perlas de azur.
Y mientras tu mirada se pose en esta vasta escena
Tus pensamientos ciertamente viajarán lejos,
Aunque ignotos años deberían atravesar entre
Los veloces y fugaces momentos del Tiempo.
Hacia la edad dónde la Tierra era joven,
Cuando los Padres, grises y viejos,
Alabaron a su Dios con una canción,
Escuchando en silencio su misericordia.
Los verás con sus barbas de nieve,
Con ropas de amplias formas,
Sus vidas pacíficas, flotando gentilmente,
Rara vez sintieron la pasión de la tormenta.
Luego un tranquilo, solemne placer penetrará
En lo más íntimo de tu mente;
En esa delicada aura tu espíritu sentirá
Una nueva y silenciosa suavidad.
Charlotte Bronté (1816 - 1855)